Este hotel, que en sus orígenes fue conocido como Gran Hotel Sevilla, fue inaugurado el 22 de marzo 1908 y considerado como el primer hotel de lujo de La Habana de entonces.
Arquitectura, decoración, servicios, y sobre todo el céntrico lugar en que fue construido, aledaño al ya notorio Paseo del Prado, hicieron de este hotel uno de los más frecuentados en las primeras décadas de la República, y su fama trascendió las fronteras de la isla.
En su amplia galería de huéspedes ilustres se cuentan el célebre tenor Enrico Caruso y la famosa cantante Josephine Baker, entre otras personalidades.
A inicios de la década del veinte, la compañía norte-americana Bowman Hotels compró el hotel y el edificio colindante. En el año 1924, se terminó por la empresa Arellano y Mendoza una ampliación de este hotel que pasó a llamarse Hotel Sevilla Biltmore Havana city.
Con la creciente penetración norteamericana en la isla que le daría al turismo un matiz más vinculado al vicio y los negocios turbios vendrían cambios importantes para el Sevilla. La vida del hotel cambiaría su rumbo a partir de 1939 cuando Don Amleto Battisti y Lora se apoderó de las acciones del Hotel Sevilla Biltmore instalando en él su cuartel operacional. Desde allí, Battisti extendió sus intereses y negocios con rapidez: con el juego en todas sus modalidades, carreras de caballos, casinos, prostitución organizada, compañías y bancos, vinculados con el hampa internacional. Llegó incluso a convertirse en un personaje de la política cubana, ocupando un espacio en el Congreso; y también se proyectó como si fuera un mecenas, sin dejar de «escribir» algún que otro libro sobre el futuro de la política y la economía mundial.
La familia del calabrés don Amadeo Barletta Barletta constituyó la más grande piramidación en los negocios delicuenciales de que se tienen noticias. Aparece en La Habana a finales de la década del veinte, como el representante de los intereses económicos de la familia Mussolini en América; pero todo se fue complicando, hasta revelarse como un doble agente de la inteligencia, tanto italiana como norteamericana.
Perseguido en 1942 por el FBI, Barletta logró escapar hacia Suramérica gracias a sus múltiples contactos, pero ya en 1946 aparece de nuevo en la capital cubana, ahora como representante de grandes compañías norteamericanas, entre ellas la General Motor, hasta crear, en unos pocos años, un prodigioso imperio, en una acelerada piramidación que comprendía casinos, afamados cabarets, bancos, y decenas de compañías tapaderas, en las más diversas ramas de la economía y las finanzas. Llegó a controlar canales de televisión, emisoras de radio y periódicos.